Entre lápices tajados y versos borrados
Por: Natalia Andrade
A Mario le apasionan los libros, la escritura y tomar café mientras charla de literatura. Mucho antes de forjar esos gustos, asistir a los talleres de la biblioteca y escribir cientos de poesías, Mario Alejandro Vega jugaba con su hermano gemelo, nacieron el 20 de julio de 2004. Aunque físicamente alguien luce como él, ha creado rasgos distintivos que lo hacen único, sobre todo a la hora de expresar su mundo. Mario no recuerda su primer acercamiento a una biblioteca, lo que sí sabe es que desde ese día no puede dejar de visitarlas.
Desde su casa en el barrio San Cristóbal, son pocas las calles que debe atravesar para llegar a la Biblioteca Pública de Servitá, en la localidad de Usaquén. En el trayecto encuentra rostros conocidos, algunos de sus compañeros de colegio y vecinos que intuyen su destino final. El camino parece más corto cuando piensa en su rumbo, las paredes y los usuarios de la biblioteca se han convertido en un lugar en el que quiere estar.
Se ha destacado por obtener las mejores calificaciones en el colegio y ser líder dentro de su grupo de amigos. A Mario le interesa andar con su libreta, lápiz y su amiga Valentina, con quien intercambian ideas para crear nuevos versos.
Paulina y Luis, padres de Alma Gabriela, Luis Carlos y Mario Alejandro, han acompañado y estimulado desde la infancia las visitas familiares a la biblioteca. Para ellos son herramientas de aprendizaje y desarrollo de las pasiones de sus hijos, especialmente las de Mario, quien con el pasar de los años ha despertado una conexión importante con los espacios de BibloRed.
De pocas palabras, romántico, reservado, tímido y algo perfeccionista, así lo describen sus hermanos, Alma y Luis. A veces estamos dormidos y llega Mario gritando: “Miren lo que escribí”. Nos levanta para que escuchemos sus poesías, cuando le decimos que nos deje dormir, insiste y terminamos siempre escuchándolo.
Rutina fue el escrito que Mario envió para concursar en la segunda edición de Bogotá en 100 palabras. Por su participación, la biblioteca abrió un espacio en el que tuvo la oportunidad de compartir su experiencia frente a usuarios jóvenes y niños. Aunque no obtuvo el primer puesto, llegar al catorce fue suficiente para darse cuenta que quería seguir escribiendo y ser fuente de motivación para los demás con su pasión por la escritura.
Escribo, borro y vuelvo a escribir, y así por horas. Al final cuando la poesía está terminada, la leo y ya no me gusta, entonces empiezo a escribir otra. Siempre quiero que queden perfectos los escritos, sin ningún error, dice Mario al referirse a su proceso creativo.
Para el joven poeta la biblioteca se ha convertido en refugio, templo, lugar feliz y segundo hogar. Mario se ha enamorado de ese momento del día en el que va a leer a grandes poetas como Benedetti o escritores como Coelho, con los que se identifica e inspira a tajar sus lápices, borrar y volver a comenzar.