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Los libros: Eternos amigos de María de los Ángeles

Los libros: eternos amigos de María de los Ángeles

Viernes, Enero 8, 2021 - 15:11
En el marco del cumpleaños 23 de la Biblioteca Pública Lago Timiza, tuvimos la oportunidad de conversar con María de los Ángeles, usuaria asidua a este espacio que se ha convertido en su refugio y lugar favorito de encuentro con otros mundos

María de los Ángeles Lemos está próxima a cumplir 70 años. Aunque dice con picardía que los libros la hicieron rejuvenecer y gracias a ellos en realidad tiene 21 años. Desde pequeña ha sido fiel amiga de los libros y las bibliotecas, en una de ellas conoció al que después sería su esposo y padre de sus hijos. Ahora viste muy elegante con saco de paño para caminar de su casa a La Biblioteca Pública Lago Timiza. Porque para ella leer es un arte y es muy difícil deshacerse de una costumbre que también hace de hogar.  

¿Cómo uno llega a una biblioteca? 

Desde siempre me han gustado las bibliotecas. Cuando me enteré que aquí había una me interesé y dije ¡ayy voy a ir! Pero entonces tenía que trabajar y tenía otras cosas que hacer, me fui descuidando para venir hasta que llegué al centro de vida para adulto mayor. Allí nos dan clases psicotécnicas, nos atienden psicológicamente y culturalmente, y nos empezaron a traer para un programa que se celebraba en las bibliotecas. Después nos dijeron que empezáramos a venir los jueves para asistir al Club de Lectura de la Biblioteca Timiza ¡Ja! yo encantada y ahí comencé a venir, a leer, a buscar libros, revistas y después la promotora de la biblioteca, la señora Cecilia, nos invitó para que viniéramos a una presentación especial. 

¿Y le ha gustado? Desde ahí ¿está enamorada de la biblioteca? 

Enamoradísima, porque desde pequeña me gustó mucho leer, me hice amiga de los libros. Entonces crecí con eso. 

Pero usted no vive tan cerca de la biblioteca, tiene que caminar un tiempo para llegar ¿qué la motiva a venir?

¡Ayy, vale la pena! A mí me encanta caminar mucho. Además a veces tengo la facilidad del alimentador que me deja un poco más cerca. Entonces me vengo y sé que aquí me voy a encontrar bien.  El año pasado en la fiesta de cumpleaños de la biblioteca me vine especialmente porque dije: un año más de la biblioteca. 

¿Qué tiene de mágico la biblioteca? 

¡Qué linda esa palabra! Mágico. Yo quisiera tener suficientes palabras en el momento, para expresar eso que hay por dentro de lo que es la casa, el albergue, la biblioteca. Pero creo que lo mágico son los libros. Desde muy pequeña me acostumbré a leer, me hice amiga de ellos. En cierto momento los empecé a tomar como si fueran parte de la familia y a veces  pienso ¿qué fuera del mundo sin libros? y me contesto que en una biblioteca se halla por lo menos una tranquilidad especial. Cuando uno toma un libro es como si uno se transportara y se olvidara de todo lo que hay afuera de él.

Pero, ¿uno cómo puede ser amigo de un objeto que no contesta cuando uno le habla? 

Por el lenguaje del silencio que los libros encierran. Yo por ejemplo abro el libro e inmediatamente él me habla en silencio. Entonces yo leo las palabras allí. Sé que alguien, el autor, quiso hablar por medio del libro y de cierta forma me estoy comunicando con la persona que escribió ese libro. Muchas veces uno tiene personas cercanas, alrededor, y no puede hablar con ellas, no puede comunicarse porque de repente no hay una comprensión. Pero entonces el libro está ahí, igual cuando uno escribe algo. Ellos están ahí esperando que uno ojee sus páginas y lea su contenido para guardarlos en la memoria y también en el corazón. 

Una persona que nunca ha venido a la Biblioteca qué otras cosas puede encontrar que no sean libros. 

Los adultos mayores aquí hemos tenido la oportunidad de reunirnos, claro, alrededor de la lectura. Pero entonces cuando llegamos aquí a la Biblioteca hay un calor y nos sentimos como en un mundo especial, bonito y diferente de afuera. El trato que nos dan y cuando comenzamos a analizar una obra no resulta aburrida, la profesora hace amena esa clase y nos despierta el interés por ese libro. Porque cuando pasamos los 60 años, muchas personas empiezan a  perder el interés de leer o escribir. También hay otras actividades, por ejemplo, el año pasado hicimos la actividad de Halloween y vinieron muchos niños, hicimos algunas obras de teatro. Ese día yo me sentí tan feliz porque hice un baile para todos. Y en ese momento habían tantos niños disfrutando la actividad, que yo me di cuenta como en lugar de mirar a los que estábamos bailando, se estaban interesando por los libros. Alcancé a escuchar cuando un niño le dijo a su mamá  — ¡Ay mami, después me traes otra vez que yo quiero leer un libro! — y eso me llamó la atención. Me hizo acordar cuando yo era pequeña y mi papá me llevaba a la biblioteca y fue muy especial para mí. 

¿Tiene algún vínculo con otras bibliotecas? 

Actualmente no. Esta es mi favorita porque me queda relativamente cerca. Pero cuando era más joven yo iba mucho a la Luis Ángel Arango y a la Biblioteca Nacional. Fíjate que yo conocí a mi esposo en la Biblioteca Nacional. Nunca me imaginé que en una Biblioteca me iba a encontrar el hombre que iba a ser mi novio, mi esposo, y el padre de mis hijos. Y aunque lamentablemente él se fue, nunca, nunca, nunca perdí el amor por los libros. Cuando yo estaba embarazada  me iba a la biblioteca a buscar cosas sobre el embarazo para saber sobre el parto, el post parto. Y me acuerdo que mi esposo me decía: La única barrigona que veo eres tú

¿Y sus hijos vienen a la biblioteca? 

No tan frecuentemente. Ellos son adultos, y yo soy abuela. 

¿Cuál es el recuerdo más especial dentro de la biblioteca? 

Para mí este es un lugar especial, mágico. A veces me dan ansias por estar allí y permanecer, vivir de repente hasta dormir y despertarme al otro día y ver que estoy ahí cerca de los libros. Lejos de los espacios donde no se puede soñar y no se puede sentir esa paz. Siento tantas cosas maravillosas por dentro, y le doy gracias a Dios por darle al ser humano el don de escribir y de crear libros. Porque te voy a confesar una cosa: yo por fuera tengo 69 años. Ahora en diciembre cumplo 70, pero por dentro yo no envejecí. Mucha gente no lo cree, lo saben mis hijos y personas cercanas, pero por dentro tengo 21 años. Y fue gracias a ser lectora asidua, y a ese entorno cultural que me rodeó desde pequeña. 

O sea, que los libros son el mejor antídoto para la edad. 

Bueno sí, realmente sí. Es increíble pero sí. Ahora estoy leyendo La huella de los libros y yo me siento a leerlo y me transporto, me voy. Me siento joven de nuevo. 

Durante la cuarentena estricta qué fue lo que más extrañó de la biblioteca. 

El grupo de teatro. Estábamos haciendo una obra de teatro, La historia de Rita, pero no nos pudimos presentar. Y aunque todos eran jóvenes, solo tres éramos mayores de 60,  mi espíritu se sentía bien hablando con ellos. Estamos esperando que la pandemia pase porque todavía no hay suficiente libertad para reuniones, y es una lástima porque ya teníamos la obra casi lista.