Elena Poniatowska: una vida de literatura y periodismo
Foto tomada de la web
La cantante Chavela Vargas dijo una vez que a pesar de haber nacido en Costa Rica ella era mexicana, “porque los mexicanos nacemos donde nos da la chingada gana”. Esta frase le calza perfectamente a otra mexicana universal, que a pesar de no haber nacido en este país ha dedicado su vida, su carrera y su obra a hablar de México, de su gente, de su lengua y de sus costumbres: a Elena Poniatowska, quien este año cumple 91 años vida y quien se ha consagrado como una de las escritoras más importantes de Latinoamérica y del idioma español.
Nació el 19 de mayo de 1932 en París, Francia, bajo el nombre de Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor. Eran tiempos convulsos, épocas de entreguerras. El continente europeo se volvía a armar tras la amarga experiencia de la Gran Guerra (como se conocía entonces a la Primera Guerra Mundial), los líderes fascistas consolidaban su poder e influencia, las viejas rencillas políticas se avivaban al calor del odio y las naciones iban ciegamente hacia el abismo de la muerte.
En ese contexto nació y creció Hélène, quien más tarde adoptaría el nombre Elena como firma e identidad, como una manera de reafirmar la herencia mexicana que le viene por parte de su madre (por el contrario, por parte de su padre desciende de la vieja nobleza polaca, de allí viene el apellido por el cual es conocida: Poniatowska). Al llegar la Segunda Guerra Mundial, su familia decide huir a México. La pequeña Hélène tenía diez años y desde entonces se radicó en México.
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El 12 de octubre de 1968 en México se inauguraron oficialmente los XIX Juegos Olímpicos de Verano. Era la primera vez que un país latinoamericano organizaba estas justas deportivas, lo cual era para el Gobierno mexicano motivo de orgullo y una oportunidad única para que el resto del mundo volteara a mirar al país como una nación en vía de desarrollo, avanzada, con una infraestructura robusta y una capacidad económica y social para realizar eventos de primerísimo nivel.
Sin embargo, tras bambalinas la realidad era otra: los movimientos estudiantiles, obreros y sociales estaban descontentos por el curso del país, por la desigualdad, por la represión. De este modo (y de manera simplificada, ya que esto es uno de los eventos más complejos de la historia política mexicana reciente), las tensiones se acumularon en forma de manifestaciones y plantones, de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales, hasta que el 2 de octubre (diez días antes de la inauguración oficial de los Juegos Olímpicos) las protestas se plantaron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. El ejército disparó a los manifestantes y asesinó a por lo menos cuarenta de ellos, aunque algunas fuentes hablan de que la masacre llegó hasta los doscientos fallecidos.
Casi de inmediato una reportera empezó a recoger los testimonios de lo ocurrido aquella noche. Su nombre era Elena Poniatowska, una mujer menuda y pequeña, una periodista que se movilizó para hablar con los sobrevivientes y testigos, para evitar que la versión del Gobierno ocultara lo que había sucedido esa fatídica noche: una masacre, una violación de los derechos humanos. De este modo, Poniatowska publicó en 1971 La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral, en el que se hace una polifonía intelectual, oral y sentimental de todo aquello que rodeó la masacre.
Esta publicación (que puede consultarse en nuestro catálogo en línea) consagró a su autora como una de las voces más importantes del periodismo, de la literatura y de la denuncia social mexicana.
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Desde entonces, Elena Poniatowska ha publicado libros de periodismo, poesía, literatura infantil y novelas. Entre esta prolífica producción, destacan los títulos Hasta no verte, Jesús mío, El tren pasa primero, Fuerte es el silencio, La Adelita y Las siete cabritas (todos pueden consultarse en nuestro catálogo en línea).
Además, Poniatowska ha recibido diferentes galardones en su carrera literaria: los premios Rómulo Gallegos, Biblioteca Breve y Miguel de Cervantes, además de la Medalla Belisario Domínguez, la cual es el máximo galardón que otorga el Senado de México.