El cine, como un vampiro, se ha nutrido de la sangre de su historia para hacer de géneros como el western o el terror herramientas políticas. A través de íconos como el cowboy o la cowgirl, de personajes como el Dr. Frankenstein o de vampiros maltratados por síndromes matusalénicos, el cine ha enjuiciado los prejuicios con los que se atacan las variables de la sexualidad en el mundo.

Sorpresas que desconcertaron en su momento al público –Midnight Cowboy; Brokeback Mountain; Even Cowgirls Get the Blues; The Rocky Horror Picture Show-, son referencias cinematográficas que cuestionaron la doble vida de aquellos que lucharon por su verdadera identidad.

Perspectivas diversas cifradas en las narraciones de películas que han confrontado a su época y continúan sorprendiendo al público cuando un documental como No
Ordinary Man nos revela una historia tan asombrosa como la del pianista de jazz Billy Tipton, quien se casó varias veces, adoptó tres hijos y murió a los 74 años de edad, revelándose entonces que Mr. Tipton era en realidad la señora Tipton.