Créditos
Autores - seudónimos: Rosario Tijeras, SR.H, Ambrosio, Sangreazulemus, M4-E, Fresa, Parca, El Pastor, Pekeñin y Mendy.
Grabación: Jessica Milena Flórez, mediadora de lectura, y Camilo Igua, coordinador de la Biblioteca Cárcel Distrital.
Producción y edición: David Fernando Rocha, productor de audio y podcaster de BibloRed.
Dirección: Isabel Salas, líder del equipo de comunicaciones de BibloRed.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: La condena de un rezo, por Rosario Tijeras.
Esta historia no trata de castillos ni de princesas salvadas por caballeros con armaduras oxidadas luchando contra gigantescos dragones, esta es una historia que, aunque cruda posee una realidad invisible de la cual todos somos testigos.
Vamos a remontarnos a una vieja y deteriorada prisión de mujeres ubicada en el centro de Bogotá cuyos cimientos e infraestructura opaca acompañan la melancolía y muerte en vida de las 120 privadas de la libertad del pabellón “Esperanza”. Todas poseen allí un rostro frío y desolado sin brillo alguno, algo muy contradictorio al nombre del pabellón que las cobija día a día durante sus condenas.
A diario, ellas realizan diversas actividades como: maquillarse, coser, peinar, jugar, etc., algo muy común en el diario vivir de cada presidiaria.
Aunque de ellas se destaca una mujer solitaria de cabello negro como las noches de penumbra, mediana estatura que por sus rasgos físicos podríamos deducir que es una raizal indígena, con una mirada profunda e inquietante por el incandescente verde esmeralda que examina tu alma mientras te mira a los ojos; Fátima como aparecía en su registro, deambulaba por el patio y por los tramos, siempre conservaba una mirada sombría y perdida que conjugaba con sus labios resecos y cuarteados de los que exhalaba un rezo con insistencia y devoción.
Aquella mujer desconfiada y retante guardaba con gran celo un oscuro secreto del cual era testigo silente la celda 311, donde ella moraba donde cada lunes sin falta alguna invocaba espíritus y demonios entre humeantes decenas de tabacos y velas que junto con la mirada fija de un duende el cual fue dibujado en la pared con tinta y sangre de sus propias venas, todo con el propósito de atormentar a aquellas personas que la tienen en prisión con una pena de 25 años.
Pasos y ruidos se oyen todas las noches, asustando e inquietando tanto a guardias como a reclusas y aunque ninguna comenta la razón de las presencias inesperadas, saben a ciencia cierta que aquella bruja rencorosa está implicada en la perturbadora sonoridad de espíritus malignos.
Un 23 de mayo, Fátima recibe una trágica noticia: Su hijo ha muerto en extrañas circunstancias en la fundación para drogadictos donde se encontraba internado. Gritos desgarradores emanaban de sus entrañas, pero nadie se atrevió a rendir un corte consuelo por el temor que le tenían. Enfurecida y herida Fátima se aísla en su celda sin recibir alimento alguno durante 11 días, tiempo que le bastó para entregar su alma al diablo como pacto desesperado no por su valiosa libertad, sino por castigo y recriminación a todas aquellas que presenciaron su horrible pesadilla.
Escalofriantes hechos acontecían en la cárcel: guerras, motines, drogadicción, riñas, torturas y suicidios., ocurrían semanalmente nominadas al antojo de Fátima quien con tan solo tres gotas de sangre derramadas sobre los filosos dientes que emergían de la sonrisa diabólica del duende que yacía en la pared de su celda lograba su cometido, disponiendo así sobre la cordura de sus compañeras y convirtiendo la cárcel en un infierno.
Por primera vez a la celda 311 llegó una nueva integrante del pabellón Esperanza, Carla quien por hurto fue condenada a 6 años de prisión, era una mujer novata en el mundo carcelario y quien como todas las recién llegadas acompañaba sus desvelos con largas horas de llanto, pensando en sus hijos, por momentos interrumpía su amargura con la inquietante mirada del duende y los extraños comportamientos de Fátima la cual no pronunciaba palabra alguna.
Un día Carla decidió borrar el extraño ser de la pared, pues sentía un profundo miedo e incomodidad en la celda, se armó de valor y rezando tres padres nuestro tallo la pared con agua y jabón, con esfuerzo las viejas líneas de sangre desaparecieron, algo que enardeció a Fátima quien al darse cuenta que su maravillosa obra de arte había desaparecido la tomó por el cuello y la arrastró por el tramo para que todas presenciaran la tragedia que se avecinaba.
Carla luchando con todas sus fuerzas no logró soltarse de las garras de la bestia quien abrió su boca y de una certera mordida arrancó la palpitante arteria carótida de su cuello y al cabo de dos minutos la vida de Carla dejó de existir. La arrojó de una partida al patio desde el tercer piso, aquel estruendo dejó perplejas a todas y presumiendo cual trofeo, sacó de su boca el trozo de carne con el que alardeó su victoria.
De nuevo Fátima corta una de sus venas de la muñeca izquierda y desesperadamente comienza a dibujar su tan preciado duende. En cuestión de minutos, había finalizado la silueta, pero en la última pincelada algo extraño invadió su cuerpo. Un calor infernal comenzaba a inquietarla y una horrible nube de azufre le dieron aviso coherente de que era demasiado tarde era evidente que el pacto se había incumplido, ahora su alma sería el pago de ello.
De Fátima no se sabe nada, pues desapareció sin dejar rastro alguno, hay quienes rumoran que Satanás vino por ella, pues una silueta rodeada de rasguños quedó plasmada en el piso de aquella celda y en los vestigios de sangre se pueden apreciar huellas de pezuña del mismo Lucifer. La celda fue clausurada pues nadie se atreve a entrar allí, no existen ojos humanos que puedan divisar esa horrible escena de un crimen, era evidente..., Fátima fue arrastrada al infierno.
En las noches oyen mis lamentos ¡Pido ayuda! Y nadie me escucha, oyen mis pasos y nadie me sigue, arrepentida y errante en esta cárcel. Cuento mi historia para que alguien se apiade de mí y me saque de este calvario, yo Fátima comete un error y lo pague cas que caro, condenada estoy por mis propios rezos.
… Continuará.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: ¿Por qué se fue? Por SR.H
Como si fuera un bar de mala muerte ruedan y ruedan las botellas por el suelo, un penetrante olor a cigarrillo y dejadez invaden la sala de Tomás. Se encuentra en un rincón de ella, exiliado del mundo, llorando una desdicha desde hace algunos meses que su esposa lo abandonó, sin razón ni explicación alguna.
Ya ni rastros quedan de este vigoroso radiante hombre, su mente es su única compañera en la que esta una y otra vez los recuerdos de su amada y hermosa mujer. Un hombre que todo lo tiene, que todo lo puede no entiende el porqué de su abandono, la única voz que escucha diferente a la de los cantautores de música de despecho es la del servicio de domicilios confirmando su nueva dosis de licor.
Una tenue y femenina voz estremece sus sentidos en sus intentos por comunicarse con su despampanante mujer; dice: "sistema correo de voz" contemplando una y otra vez las fotografías que le quedan como recuerdo, las mismas que lo hacen atrincherarse en el socavón de sufrimiento, al borde de la locura pensó ¿no tuve la habilidad para amarla con dedicación y sacrificio? Pero si nunca le faltó nada, o ¿será que encontró mucho más en otra persona? Preguntas difíciles de resolver para alguien con el ego siempre por las nubes, sin vasos, sin copas, sin vacilación alguna, desocupado una botella más de licor, una de tantas.
Sin aliento en su cuerpo, deja caer la botella al suelo. Uno de los trozos de vidrio brilla en medio de la oscuridad generando una siniestra idea su vida sin ella no vale la pena.
Contempla el trozo de vidrio entre sus dedos, para aquí, para allá se pregunta ¿cómo destapó una botella más? Cree que así encontrará el valor para darle fin a su vida.
¿Para qué vivir sí con ella no puede estar? ¿No le basto los lujos, los detalles como el estatus social?
Decidido, carcomido por una desmesurada impotencia toma el vidrio fuertemente en su mano clamando a Dios perdón, un rápido y contundente movimiento y el suelo fue a dar. Un beso de luz golpea fuertemente sus ojos, le es difícil recobrar el sentido. No puede percatarse de dónde se encuentra. Por qué tanto alboroto a su alrededor ¿Qué sucede? Se ve bañado en sus fluidos entra en shock punto todo se nubla a su alrededor.
Recobrando de nuevo algo de conciencia todo es aún muy confuso, no recuerda nada de su vida solo tiene presente el recuerdo de la desolación en el apartamento. En una banca sentada a un lado de la cama está su hermana llorando desconsolada. Un tono dulce pero muy preocupado de súplica "Tomás despierta por el amor de Dios ¡despierta!" tumbado en la cama del hospital de una manera descomunal juntando todas sus fuerzas con unas cuantas ahogadas palabras logró confirmar su presencia, tardó en recuperarse, pero en su mente seguía el desamor y la desolación.
Al sentir un caluroso y mágico beso en su frente logró abrir los ojos contemplando como si fuera un ángel a quién lo cuido por largos y extenuantes días, comenzó a evocar los últimos recuerdos que tenía en su mente, en los ojos de su hermana se notaba una gran confusión; ella tomó aire como quien no sabe cómo decir algo, pero tiene que hacerlo y dice. Tomás eso qué cuentas…lo único que tienes en la mente debe ser una terrible pesadilla que debiste tener mientras te encontrabas inconsciente, tuviste un terrible accidente mientras discutían con tu esposa, conducidas, perdiste el control del auto y chocaron. Ella me lo contó todo, ella está en la otra habitación.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Rojo feroz, por Ambrosio
Juan Manuel Montiel un pequeño con síndrome de Down de 8 años, ojos cafés, blanco, manos fuertes y gordas. Su estatura no era acorde a su edad; celosos con su hermanita Juliana de diez años y aún más con la señora María su progenitora. A él no le agradaba el color rojo este lo alteraba por lo cual en su hogar no existía tal. Juan no permitía el ingreso de nadie a su casa malhumorado, pero lo único que detenía su furia era escuchar su segundo nombre pronunciado por la mama.
Él lo tomaba como orden puntual, como stop, símbolo reconocido en sus juguetes favoritos, una diminuta ciudad con: calles, ferrocarriles, carros, edificios, casas, vegetación, animales, pero, sin habitantes y los stop como común denominador que gracias a su hermana sabía que significaba detenerse.
10:10 am, María se dispone a realizar los preparativos para el almuerzo, el arroz en punto pajo, en la olla exprés unas jugosas lentejas con plátano picado y el sonido de la olla dando silbatos calientes, plátanos fritos ya escurriendo el aceite en un trapo elegido para esto; pendiente el jugo y la carne por esto debe salir de casa a comprar tales falencias alimenticias.
Juliana, ya vuelvo, voy a la tienda – dio un grito sonoro a su hija
Juan queda en stop, su corazón palpita a 160 por minuto, su oxigenación sanguínea daba 98, sus ojos desorbitados, sus manos temblorosas, sudadas, en su rostro se evidencia la rabia; María con su voz templada le ordena a la niña.
- Hija, recoge todo ese reguero te prometo que todo va a mejorar, pero recuerda que tu hermano rechaza lo rojo, la otra semana iremos a comprarte otro muñeco.
La mami por otro lado comiéndose a acariciar la cabeza de Manuel hasta llegar a su normalidad corporal.
Juliana dice ya más tranquila
- Mamita ¡No! Creo que mejor es no comprar otro muñeco a la final no lo necesito porque mi muñeco lo tengo al lado mío y es mi hermoso hermanito y mi muñeca divina eres tu mi mamita linda, a los dos los amo y no deseo ponerlos mal por ningún motivo, mejor porque no te ayudo a completar el almuercito para ir hacia mi colegio y así salir hacia adelante y sé cuándo adulta una excelente profesional para que no tengamos que pasar ninguna necesidad. Los amo.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Soñar es revivir, por Sangreazulemus
Ayer fue un día bastante extraño, me levanté temprano de la cama y estaba tan somnoliento que me di un fuerte golpe en la cabeza contra la puerta de la habitación.
Era una puerta grande metálica y oxidada sentí la sangre caliente recorriendo mi frente, descendiendo por mi nariz para finalmente llegar a mi boca. No aguante la tentación y la probé. Su sabor era único, como una mezcla entre vino dulce y jarabe para la tos. Luego de unos minutos sentí un fuerte mareo tuve que permanecer sentado al borde de mi lecho y recorría visualmente mi alcoba, era muy estrecha, el techo parecía estar más cerca de lo normal y todo estaba cubierto con unas baldosas muy antiguas, desgastadas y horribles, tuve deseos impetuosos de agarrar un martillo, una maceta o cualquier otro elemento para romper todo, quebrar cada centímetro del lugar y transformar mi entorno en caos y destrucción infinitos. Fue tal mi desespero al sentirme rodeado por un ambiente tan lúgubre, tan desolado sin vida y abandonado que de no ser porque no tenía fuerzas ni para levantarme, hubiese utilizado mis propias manos para golpear las paredes, el techo y el suelo que cada vez me ahogaban más y me causaban claustrofobia.
Tú mi único y más grande amor apareciste de repente en la puerta, no entraste solo permaneciste ahí, inmóvil, melancólica y angustiada, observándome detalladamente. En tu mano izquierda tenías una caja de vino moscato y en la derecha unas flores azules, tuve la intención de hablarte, abrazarte y pedirte auxilio, pero fui incapaz, solo me mantuve inerte; todo se colmó de un silencio estremecedor.
Inesperadamente y sin saber de dónde provenía escuche una canción:
“Es el fuego de mi cumbia
Es el fuego de mi raza
Un fuego de sangre pura
Que con lamento se canta”
Al oírla recordé en un instante todos los momentos vividos a tu lado y olvidé por completo que me estaba desangrando lentamente frente a ti.
Al finalizar la canción me enviaste un beso y te fuiste sin decir una sola palabra tan solo te desvaneciste.
Hace más de diez años que estoy muerto y aún más continúo teniendo este sueño siniestro. Aún sigo soñando que estoy vivo.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Secreto del rey, por M4-E
Una esperanza. Un príncipe que heredó el sueño de su padre el rey Pómpo, antes de morir le dijo a su hijo y heredero; “hijo mío sabes lo mucho que he hecho para mantener este reino y a su gente en paz, se han sacrificado muchas vidas para que esta región y el pueblo así se mantenga. Ahora te voy a contar un secreto, presta mucha atención”.
Hace mucho tiempo hubo una guerra por la liberación, de la gente que hoy nos rodea, pues hay un rey malvado y ambicioso que lo único que quiere y desea es tener gente esclava, que todas las riquezas y bienes que un aldeano puede tener con su esmero y trabajado sean de él y lo peor, matar al que se oponga, discuta o estropee sus planes de conquista. Obliga a los niños que están en su oscuro ejército de ruina y muerte, finalmente los asesina. Hijo ese rey se llama Timote, cuando tenías apenas seis años tuvimos una fuerte, fuerte batalla con este rey cuando intentaba conquistarnos en ese entonces nosotros éramos un ejército de tres mil hombres y ellos eran cuatro mil quinientos hombres bien armados y con esta diferencia ¡ganamos! Te preguntaras como, bueno en realidad no sé si fue por miedo, pero pensar en ti, en mi familia, en la gente de la aldea y en todo lo que les pasaría si no hacíamos nada.
Todo esto me llevó a buscar ideas rápidas para repeler el ataque. Un espía de nuestro ejército me informó que les faltaba un día y medio para llegar a nuestra ciudad.
Con este poco tiempo reuní a toda la gente niños, adultos y ancianos con nuestro ejército. Mis instrucciones fueron claras: que armaran sus mochilas sólo con comida, desbarataran las casitas de madera, destruyeran los cultivos y que todo se viera en ruinas, que salieran rumbo a las zonas altas sin dejar rastro alguno. La gente salió según la orden. Mi ejército y yo haríamos lo mismo: huir hacia las montañas, pero después de encender fuego a todo lo que quedaba, lo más difícil fue cavar a mucha distancia del reino una gran zanja para cambiar el cruce del río. Fue lo último que hicimos para que este lugar se viera inhabitable.
El último en llegar fue Melquiades, quien me informó que el malvado Timote había visto todo en ruinas y había pasado por toda la ciudad y le dijo a su terrateniente que se le habían adelantado, asintió el rey Timote.
¡Ahora creo que hay alguien más poderoso que yo y se han llevado todo de este reino, hasta con muertos cargaron, pues no dejaron ni un cadáver y, de paso, hasta el agua dejaron! ¿será que tienen poderes sobrenaturales? Y le preguntó a su terrateniente que si podían extender su reino en ese lugar y él le contestó que lo único que podía vivir allí era la maleza. El rey al oír esto, ordenó a su ejército volver a su región y lo último que dijo fue: “yo seré el que conquiste al que me ha arrebatado esta región; solo yo tengo el poder para conquistar; soy el más poderoso y temido de todas las regiones; mi nombre siempre causara miedo”.
Y montó en su caballo y se retiró, jurando que su ejército sería el más grande y poderoso y que volvería buscando al que le arrebató su conquista. Al pasar todo esto, esperamos cinco días más hasta que se alejaran lo suficiente para poner todo en orden. Así fue hijo cómo gané la batalla sin un solo muerto. Desde entonces a todos los niños les hemos dicho que: “las armas les han dado la libertad” para que crezcan sin temor alguno y si algún día vuelve ese rey malvado y nos sorprenden desprevenidos, estén preparados y, sobre todo, sin temor, siempre pensando que por la lucha hemos sido libres.
Mi secreto, hijo mío, es que nunca he tenido que matar a nadie para mantener este reino en paz. Siempre te dije esta mentira para que crecieras sin temor para que tú, como heredero al trono, seas valiente y sepas gobernar con humildad, criterio y mucha sabiduría. Después de que el rey murió, al nuevo rey le quedaron claros los consejos de su padre para gobernar a la buena y humilde gente de su región.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Hombre de fe, por Fresa
Cuenta la historia de un hombre que a sus 75 años de edad nunca llegó a pensar en llegar a un lugar como ese, en el cual los barrotes fríos y esas cuatro paredes húmedas congelaban sus pensamientos. Lo único que no congelaba el corazón de este hombre era su esposa y su hermosa hija llamada Catira. Hablando de este hermoso hogar donde quedaba plasmado el respeto, la tranquilidad y el amor con el que él y su esposa lograron hacer una linda y maravillosa familia.
María, mujer guerrera y calurosa, que con esfuerzo cuidaba del hogar mientras David, hombre emprendedor, guerrero y trabajador, luchaba por el bienestar de sus princesas, llegando la fecha más especial para ellos, en la que su pequeña Catira cumpliría 15 años. Aquel día se festejaría por lo más alto de sus pensamientos, ya que su hija dejaría de ser niña para ser señorita.
Al llegar la gran fecha de su dichosa fiesta, no resultó lo planeado ya que horas antes comenzó la tristeza en esta familia. Su padre se encontraba muy contento, pensando en ver maquillándose a su hijita con su vestido de quinceañera. Por un momento una bulla lo desconcentra y ve que hacia él se dirige un equipo de hombres vestidos de negro, apuntándolo con sus armas. Le gritaban y empujaban sin apiadarse de su edad y sus muletas, que señalaban su discapacidad. Con golpes y groserías le dan a entender en el problema que se ha involucrado. Él, sin entender lo sucedido, llora desesperado y al ver a su esposa junto a su hija, buscándolo en la terrible delegación, se le rompió el corazón ya que en vez de ir a la fiesta de su hija llegaría a prisión. Entre sufrimientos, audiencias y juicios perdió su libertad. Este hombre con el corazón en la mano se da la idea de que detrás de esas rejas fue condenado a 10 años con el arrepentimiento y la desdicha de no estar junto a sus princesas, dejándolas solas. Se da la pena: que allí quedará sin regreso atrás. Solo con la fe puesta en que las podrá ver en la visita, día que se vuelve el más esperado en su vida. Aunque dejar que lo vieran en prisión era su decisión.
Nunca dejó su fe, ni cesó en sus oraciones. Con ánimo, todos los días decía que mañana saldría sin perder su fe en Dios, luchó por su libertad y así transcurrieron 5 años hasta que, sin llegarlo a pensar, le dieron su libertad. Después de tanto tiempo llega a su hogar con alegría. María goza de su compañía y vuelve la felicidad a sus vidas. Estas habían quedado pausadas por la captura de un hombre que solo buscaba el bienestar de lo más preciado en su vida.
Ahora a sus 70 años, junto a su esposa María, no pierden la esperanza de volver a ver a su hija, para más nunca volverse a separar. Aún oran a Jehová Dios, Y desde la larga distancia con fe, esperan ahora la anhelada libertad de su pequeña Catira. Continuará.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: El Huésped, por Parca
Muchos dirán que estoy loco, que todo este problema es producto de mi imaginación. Pero estoy seguro de lo que les digo y de que todo esto es real. Todo empezó hace unos meses, cuando un huésped inesperado apareció. Mi vida ya estaba en caos antes de su llegada, pero todo se convirtió en un infierno por su presencia.
Nadie me escuchó cuando quise advertir que algo andaba mal, mis amigos solo se vieron cuando les comenté mi problema, incluso busqué ayuda profesional, pero solo me dijeron que debía calmarme, que no lo tomara como algo serio. Que de mí dependía que este asunto no pasará a mayores.
Pasó un tiempo y mi rabia por su presencia crecía igual que mi impotencia, pues este tipo hacía cosas y se tomaba atribuciones que me afectaban de manera directa.
Desestabilizando mi mente. Al punto de no dejarme dormir y de agredirme físicamente.
Se tomó tanta confianza que un día que me estaba afeitando, tomó la barbera y me la pasó por la cabeza causándole varias heridas, mientras disfrutaba de manera siniestra ver correr mi sangre y mis gestos de dolor.
Desde ese día toma decisiones por mí, me dice que hacer y tratar de indisponerme con todos los que me rodean. Siento que está tomando el control de mi vida, su presencia mantiene mi voluntad quebrantada y me hace sentir miserable. Hace mucho que no siento otra cosa más que odio y lo peor es que no sé qué hacer para evitarlo.
He tratado de ponerle límites a sus abusos, pero me mira a los ojos y se ríe mientras repite que nada volverá a ser igual. Tantas cosas pasan por mi mente que me alejo de todo el mundo, por el temor de que alguien termine dañado. Este tipo se pone más peligroso cada día y no quiero que los demás sean víctimas. De su maldad igual que yo.
Sé que todo esto no va a terminar bien. Pero les puedo asegurar que lo que pase no será culpa mía. Eché andar una senda oscura donde impera el desprecio. Un camino sin retorno que me hace aborrecer la dependencia afectiva y hasta mi propia existencia. Si la gente supiera lo fácil. Qué es pasar la delgada línea que nos separa de la locura. Con la línea que al cruzar la nos convierte en muertos caminando en un mundo indiferente ante el dolor de los demás.
Siento que desaparezco para dar pasó a un nuevo ser que desconozco. Este tipo desaparece todos los recuerdos de mi vida pasada enviando a la tumba todo lo que alguna vez fui. Me da horror ver en el espejo la mirada siniestra y la sonrisa perversa de mi vuelta al que hoy considero mi peor enemigo. Siento miedo porque creo que puede terminar siendo mí asesino.
No estoy seguro desde cuándo Y porqué comenzó esta guerra. Pero siento que la estoy perdiendo y que me están echando fuera de mi propio cuerpo. Escribo esto como prueba de la maldad de mi huésped. Ojalá que nunca encuentren y lean esta carta. Pero prefiero dejarla como el relato del gran problema que me conlleva vivir junto a él.
Pdta.: Si alguien está leyendo esto, lo más seguro es que yo ya esté muerto. Pues mi huésped desde su llegada me dejó claro que ese es su único propósito.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Lala en la burbuja de lágrimas, por El Pastor
Todas las mañanas Lala se levanta con mucha “perecita”, pues tiene que madrugar mucho todos los días. Entre semana para ir al colegio, el sábado va a patinaje y el domingo a la iglesia.
Un día en clases, Lala estaba en clase de matemáticas de la Miss Ángela y se quedó dormida. Miss Ángela le dijo que eso era una falta de respeto. Así que le envió una nota diciendo: “Querida mamita si Lala se vuelve a quedar dormida en clase tendremos que suspenderla.”
Al llegar a casa Lala no mostró la nota porque sabía que la regañarían y, de paso, tendría un castigo. Así que siguió con su rutina diaria. Al llegar a casa hacía sus tareas, jugaba con su hermanito Yors y su amiga pimienta. Cuando era la hora de dormir ella jugaba con su celular y se quedaba hasta tarde viendo su serie de muñecos favorita.
Al otro día, Lala tenía de nuevo mucha perecita para levantarse. Ese día mamá estaba muy ocupada con bebé Yors y no pudo ayudarle a Lala para alistarse para ir al colegio, y le cogió la tarde para llegar. Tuvo que salir corriendo, pero por más que corrió no llegó a tiempo y ya habían cerrado la puerta. Esta vez la coordinadora la dejó entrar, recordándole que debía llegar temprano. Así que ahora enviaría una nota que decía: “mamita te recordamos que el horario de entrada es a las 6:30 am en punto. Si Lala vuelve a llegar tarde, tendremos que suspenderla.”
Lala de nuevo tuvo miedo de mostrar la nota así que la ocultó. Volvió a casa, siguió su rutina diaria: jugar con bebé Yors, su amiga Pimienta; jugar en su celular y acostarse tarde, viendo su serie. Al siguiente día Lala tenía tanta perecita que se quedó dormida en un banquito en la hora de recreo. Cuando despertó, llegó a clase de español de Miss Ángela. De nuevo le enviaron una nota que decía: “Lala hoy ha entrado tarde a clases y si lo vuelve a hacer tendremos que suspenderla.” Lala, muy preocupada y con mucho miedo por las notas, volvió a casa. Ese día no mostró la nota tampoco. Llegó a casa e hizo su rutina diaria. Al caer la noche, Lala sentía algo extraño. Tenía un vacío en su estómago, pero había acabado de cenar; sentía que alguien la miraba, pero cuando volteaba a mirar no era nadie - ¿Qué me pasa? – se preguntó Lala. En fin, se acostó a dormir después de ver su serie favorita.
Esa noche tuvo un sueño, pero no era un sueño normal pues parecía muy real.
Lala soñó que se despertaba como todos los días con mucha perecita. Ese día se levantó tarde, pues mamá estaba ocupada con bebé Yors, dándole de comer, y de nuevo salió corriendo para el colegio sin poder llegar temprano. Esta vez la coordinadora la regañó y la llevó donde la rectora que le dijo: “Te había advertido y no hiciste caso así que te suspendo por una semana”. Lala se fue a clase de matemáticas de Miss Ángela, pero a mitad de clase se quedó dormida. La llevó a rectoría y ahora la suspendieron por dos semanas. Lala muy triste salió a descanso, pero se quedó dormida en el banquito del jardín. Cuando despertó, salió corriendo al salón, pero la Miss Ángela la llevó de nuevo a rectoría, donde le impusieron una nueva sanción: ahora estaba suspendida por tres semanas. Lala comenzó a llorar diciendo - no puede ser y ahora qué voy a hacer. Ya no me castigaron un día, sino todo un año. Qué haré –. Y lloraba y lloraba desconsolada. Lloró tanto que inundó su habitación.
De pronto, apareció una luz muy hermosa y brillante que le dijo: - Lala, tú pudiste evitar esto pues pudiste cambiar tu rutina y descansar un poco para no tener tanta perecita y por eso te dormías en clase, en el recreo y llegabas tarde al colegio - Mientras Lala escuchaba la voz hermosa de la luz brillante, lloraba y decía: - “ya no voy a tener miedo del regaño y mostraré las notas. Voy a hacer mis tareas y a acostarme temprano para poder dormir bien y llegar temprano y no dormirme en clase ni en el recreo”. La luz tomó todas sus lágrimas y las convirtió en una burbuja gigante y le dijo: - He conocido que tu arrepentimiento es verdadero. Ahora entra en esta burbuja para que puedas descansar. Lala entró en la burbuja y durmió como mil años. Luego despertó de su sueño y la luz le dijo ahora sí estás lista y ella respondió: “Sí, estoy lista”. Lala despertó de su sueño muy emocionada por saber que todo había sido un sueño. Inmediatamente supo que tenía qué hacer. Ese día se alistó rápido pues no se había levantado con perecita. Luego le mostró las notas a mamá L y papá J. Lala recibió un castigo y un regaño por haberse dormido y no haber mostrado las notas. Ese día Lala fue la primera en llegar al colegio por lo cual la coordinadora la felicitó. Miss Ángela la felicitó porque había colaborado en toda la clase. Luego, después del descanso, fue la primera en llegar a clase de Miss Ángela. Ayudó a recibir a los alumnos y a poner las carteleras para la clase, por lo que Miss le pidió que fuera la coordinadora de su clase. La rectora, al terminar el día, la felicitó porque los profesores le habían dado buenas noticias de ella. Lala se sentía muy bien. Aunque no se salvó del castigo estaba tranquila y en paz. Ya no sentía el vacío en el estómago y que alguien la miraba.
Lala sabía que era la culpa quien la hacía sentir así, pero reconocer su error y enmendarlo fue lo que la hizo sentir bien. Desde ese día, Lala se despierta temprano y sin perecita llena de ganas para empezar su día. Ah, y siempre recuerda esa bella luz resplandeciente que la ayudó. Ella dice que era Dios.
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Tony por Pekeñin
Cuando la vi pensé: es ella, no hay duda. Y aunque no tenía la certeza, algo en mí lo intuía. Quería acercarme y saludarla; tal vez me reconocería y recordaríamos juntos viejos tiempos. Le agradecería por el tiempo que estuvo a mi lado.
Le contaría que, desde que se fue, las cosas no han sido fáciles, pero he logrado salir adelante. También le diría que la extraño que nunca encontré otra persona como ella. Le pediría perdón. No sé por qué, pero tengo la certeza que todo fue culpa mía. Que pude haber hecho más. Que no debí haberme resignado a perderla. Que podría haber luchado contra la corriente en vez de aceptar una excusa por palmadas en mi lomo y dejarla partir. No sé por qué aún la escucho decir “es lo mejor para todos”.
Al pensar todo esto, he tomado la decisión de acercarme, pero, a cada paso que doy, me carcome más la ansiedad pues he visto que es una persona muy importante. Su nombre es resplandeciente y adorna la entrada de este gran lugar. Siento envidia de no haber sido yo quien lo pusiera allí.
Al llegar frente a ella, ha tomado una escoba y, sin mediar palabras, me ha sacado a la calle. Desde allí, en mi ingrata soledad, observo un letrero que demuestra que me ha sacado de su corazón: “No se aceptan perros.”
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Cabezote: Cuentos para la vida, concurso de Cuento corto, Biblioteca Cárcel Distrital
Locutor: Lorena, por Mendy
Recuerdo ese viernes por la tarde en una graduación de mi cuñado. Yo me encontraba sentado en la cena y en mi mano, un trago y un cigarro de esos que dan risa. Mis ojos rojizos, algo apagados, ven el velo gris que deja el humo al expulsar un plon. Juego con él y pareciera como si el alma saliera de mi boca. Vuelvo y la aspiro, cosa que invade mi cuerpo, llegue a mis venas y mi mente relaje. La tosedera, la risa por cualquier pendejada y las ansias de comer se apoderan de mí. Pongo música y me relajo. De repente, una mujer aparece; Lorena era su nombre. Ella con su sonrisa me hablaba, pero, yo en lo elevado que estaba, no me fijo en lo que dice, sino que me quedo contemplando sus labios, sus ojos, su pelo, su cuerpo. Esa mujer tenía muchas cosas que me encantaban; de inmediato la invita a salir. La tomé de la mano, pero me acuerdo que mi novia también estaba en ese lugar. Asegurándome de que no me vea, suelto a Lorena de la mano y le indico que vaya siguiendo al carro.
En cuestión de segundos, como un sexto sentido de la mujer, mi novia aparece buscándome; mi novia aparece besándome. Salta sobre mí y me besa. Comienza a hablarme, pero me acuerdo de Lorena. Así que le invento una excusa a mi novia diciéndole que tenía que ir donde mi padre que me necesitaba y no me demoraba. Salí del lugar y, dirigiéndome al carro, veo que no estaba Lorena. Sospechando, mi novia me acompaña hasta que me subo al vehículo y me dice que no me demore, que el graduado no demoraba en llegar. Arrancando y mirando el retrovisor, y hacia todo lado, no veo a Lorena. Dudo en marcharme, pero llega un mensaje diciendo: estoy a la vuelta de la esquina. De inmediato arranco sin dudar y allí estaba ella. Su cuerpo, todo de ella me deslumbraba. Se subió al carro. Sonriendo se muerde los labios mientras conduzco. Ella pone su mano en mi pierna, voltea la cara y me besa. Cuando de repente se estalla el panorámico: había atropellado algo.
Afanosamente, me bajo del vehículo y un joven, con toga y birrete, se ahogaba con su propia sangre sobre el capó de mi carro. Era el anfitrión de la fiesta, era mi cuñado. Angustiosamente trato de llamar a urgencias y pedir auxilio, pero no había nadie alrededor. Alzo a mi cuñado para subirlo al carro y llevarlo a un hospital, pero me doy cuenta que ya está sin vida. En shock me encontré. A lo lejos veo las luces de una patrulla, no sabía qué hacer… Pensando sin razón, dejé el cuerpo tirado sobre el andén y me marché dejando el lugar. Llegando al centro, Lorena me indicó de un lugar, de un desguazadero. Recibiendo de parte del comprador lo que a él le diera la gana, ni la mitad de lo que había costado mi carro, salí de allí con Lorena. Y me llevó a un hotel de mala muerte.
Lorena, sin corazón, se quita la blusa y trata de seducirme, pero la hago a un lado porque el miedo y el remordimiento invaden mi mente. De repente, timbra mi teléfono. Era mi padre, indicándome que mi novia ya se había dado cuenta de que no estaba con él y que ella me necesitaba porque a su hermano lo habían matado. Yo, con un nudo en la garganta y sin poder hablar, cuelgo y tiro el teléfono hacia la cama y me doy cuenta de que Lorena no estaba allí. Estaba en la puerta, abriéndole a un sujeto. Este, sin poder reaccionar, con un bate golpea fuertemente la cabeza. Un silbido y miles de luces y mi mejilla en el suelo. Veo a Lorena sonreír, abrazando a aquel hombre y tomando el dinero de la venta de mi carro. Yo, inconsciente por lapso de segundos, veo luces azules y rojas, ruido de sirenas y patrullas, siento médicos corriendo y ya.
En una camilla, de repente, la luz de la patrulla es una luz que se enciende y se apaga, convirtiéndose en una lámpara con luz amarilla. Los sonidos de la patrulla se agudizan en una simple alarma de reloj indicando las 4:30am. Y me doy cuenta de que los médicos corriendo son como compañeras de una celda corriendo para ir a bañarse. De repente, escuchó aplausos. La fiesta comenzaba. Miré a mi mama y el trago y el cigarrillo ya se habían acabado. Fue un mal viaje, pensé. La música, mi novia, todo estaba allí. Abracé a mi novia y, a su vez, ella me presentaba una amiga, la cual venía de viaje y su nombre era Lorena.
Mami ingresa al cuarto con su figura imponente y Juan aún está atestando golpes, María con un enérgico grito que salió veloz de su diafragma
Manuel, te detienes ya, por favor.
La niña no se consolaba
¡Ve, mira lo que hizo Juan!
María llega, el sexto sentido le hablaba, algo malo pasa. Solo escucha a Juliana llorando.
¿Qué pasó hija? Dice mami
La menor con boca entrecerrada contestó:
- Ájaa.
Juliana se queda encerrada en su cuarto terminando las tareas que debía entregar en su totalidad, cursaba noveno de bachillerato en un colegio distrital del sector. Juan Manuel con sus juguetes sumergido en historias creadas en su mundo; en un momento detiene su distracción y se dirige a la alcoba de mami, encontrándose con un bulto de cobijas enrolladas encima de la cama, como el mejor inspector coge cuidadosamente cobija por cobija encontrándose con un bebe hermoso, edad 4 meses ojos azules, cachetes rosaditos repolludo en brazos y pies, su cabello rubio con un pequeño biberón que sostenía enérgicamente, un pañal abultado y una camisa roja.
Juan lo levanta con fuerza y en forma violenta comienza a desmembrar primero el brazo derecho, sigue el izquierdo, los pies volaban, las tripas se esparcieron por un cubrelecho, los ojos saltaban por la baldosa. Juliana ingresa y observa tan nefasta escena grita:
¿ Juancho qué hiciste? Pero Juan no acata sigue en su feroz ataque. La niña sale corriendo llamando a mami.