Una embajada para la paz
La coordinadora de la biblioteca de la Cárcel Distrital y los procesos de lectura con privados de la libertad sonríe cuando habla de su trabajo con la comunidad. No se ve ansiosa por la entrega de su cargo en la Biblioteca de la Victoria, donde tiene procesos consolidados con varias poblaciones; con el tiempo, dice, ha aprendido a soltar. En los casi cinco años que lleva trabajando en la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá ha realizado procesos, o, como dice ella, siembra de palabras en diferentes localidades de la ciudad: Usme, San Cristóbal, Tunjuelito y espacios en los que el libro y la lectura no tenían un lugar ganado, como la Cárcel Distrital.
Ángela Mesa Salavarrieta, o profe, como le dicen los privados de la libertad y varios usuarios de sus talleres, permanece callada a la pregunta de cómo se imagina su vida sin libros. Después de un rato responde que no tendría las palabras para nombrar una vida así, sin la alegría de leer. Se considera tímida, aunque no se evidencie en sus clubes y talleres. Conoce los pasillos y recovecos de la Cárcel Distrital y a cada uno de los promotores que ha ayudado a formar dentro del centro penitenciario. Trabajar en la cárcel la cambió: el ejercicio de promoción, dice firmemente, es horizontal, un aprendizaje para todos los asistentes.
¿Cuál es la labor de un promotor de lectura?
Un promotor de lectura, entre otras cosas, o principalmente, debe ser un gran lector, y un gran lector no en el sentido erudito, es decir, por la cantidad de textos y autores que cita. Un gran lector en la medida que se ha dejado atravesar por algunos textos, porque cuando hay textos que logran cambiar algo de tu perspectiva vital en lo ideológico, en lo espiritual, en lo académico, o en lo que sea, te enamoras. Cuando hay pasión por algo, puedes seducir a otros.
Nuestro ejercicio es un ejercicio seductor, pero, a partir de ese contacto con las comunidades y en esa intención de que otro lea algo que me pareció interesante a mí, se generan tejidos importantes. El promotor social se vuelve un agente, un activador de procesos sociales más allá de la lectura. Lo que empieza como un ejercicio de seducción, fácilmente se convierte en un proceso más grande que vincula los territorios, que vincula las realidades. Los libros permiten el diálogo, y cuando hay una posibilidad de diálogo se puede entender al otro, y cuando se entiende al otro, también se entiende su territorio, lo que lo rodea. Por eso, los promotores y los bibliotecarios públicos somos tan importantes, porque creamos puentes a partir de los procesos sociales que se generan en las bibliotecas.
¿Cómo empezó el proceso en la cárcel?
En enero del 2017 existía una línea que se llamaba Gestión Territorial, o algo muy parecido, Secretaría de Seguridad se contactó con la persona encargada para empezar una alianza con la Cárcel Distrital. Como la Cárcel, al igual que la Biblioteca Pública de la Victoria, queda en la localidad de San Cristóbal, y yo era la promotora de la biblioteca, me preguntaron si me gustaría hacer Lecturas sin barreras en la Cárcel Distrital, yo dije que sí, obviamente. Felipe Bedoya, director de la Biblioteca de La Victoria en ese momento, aceptó realizar procesos de formación y acompañamiento desde los aspectos bibliotecológicos que necesitaba el espacio.
Ir a ese espacio en la cárcel semanalmente significó una serie de descubrimientos y asombros frente a una cantidad de cosas que encontramos en ese momento. Empezamos a hacer el programa desde el área de la biblioteca de la cárcel para empezar a potenciar los servicios y las posibilidades de los espacios, nos dimos cuenta que los pabellones son un lugar que necesitaba aire y creíamos que ese aire podría venir de la presencia de alguien que leyera.
Además de lo que hacía en la biblioteca de la cárcel, empecé a ir a los pabellones, dos de ellos especialmente: Opción y Libertad. La experiencia en conjunto fue muy importante porque el perfil de los lectores que encontré en la cárcel era interesante, ávido, por obvias razones, de la participación en el club. Allí pasaban cosas interesantes, en especial las conversaciones, y era interesante porque se daban en el lugar más distante que uno se puede imaginar que acoja un proceso de lectura y, aún así, es el mejor club de lectura en el que he estado.
¿Por qué es el mejor club de lectura en el que has estado?
Por varias razones, cuando estás en la cárcel no ves gente nueva y estás sumido en las dinámicas del tiempo, cualquier actividad distinta te va a activar otras cosas. Además, los que eran fieles a los clubes de lectura en los pabellones tenían unas interpretaciones de los libros que nunca dejaron de sorprenderme. Al ser un promotor de lectura con varios años de experiencia trabajando en las bibliotecas y con comunidades, tienes un repertorio de libros en tu cabeza que sabes que sirven para unas cosas, o te imaginas que te sirven para unas cosas. Ellos, los privados de la libertad, llegaron a retar lo que yo pensaba de esos libros, es decir, para lo que “yo pensaba que servían” y llegaron a retar las interpretaciones que yo suponía iban a tener.
Retaron mis prejuicios: mis prejuicios lectores, mis prejuicios vitales, mis prejuicios como promotora de lectura, parte de ese reto fue con la literatura infantil. Nosotros acordábamos mensualmente los temas que íbamos a tratar. Ellos me pedían que fuera del tema, que podía ser Bogotá, crónica u otra cosa, llevara libros de literatura infantil. Al inicio era una petición práctica, querían los libros por los colores. Me decían, “esos libros tienen muchos colores que acá no tenemos, entonces queremos que nos traigas libros de esos para ejercitar la mirada en el color”, y era una intención auténtica porque cuando tu paleta de color es gris, negro y naranja, algo pasa contigo. Ellos querían ver más colores y yo empecé a llevarles los libros de literatura infantil que tenían más color, no los escogía por el autor, el tema, nada, iba a la biblioteca a llevarles libros de colores.
A medida que les leía esos libros empecé a descubrir unas interpretaciones que jamás habría hecho. Por ejemplo, Claudia Rueda tiene un libro que se llama Anaconda, eso nunca se me va a olvidar. Anaconda es un libro que se despliega, un álbum en el que se cuenta la historia a través de la imagen. Son dos ratoncitos, van caminando y uno le dice al otro “¿Si te han contado lo de la anaconda? Están diciendo que por acá hay una anaconda”, a lo que el ratón responde “Nooo, eso siempre lo han dicho, los mitos del bosque”. El primer ratón replica “sí, yo creo que esta vez sí es verdad lo de la anaconda”, uno sigue abriendo el libro y al final desaparece uno de los ratoncitos. El lector descubre, al final, que siempre estuvieron caminando sobre la anaconda.
En la biblioteca, al seleccionar los libros, pensaba que se iban a burlar de mí por llevarles Anaconda, pero, bueno, dijeron colores, yo les llevo color. Cuando les leí ese libro, todos tuvieron diversas interpretaciones, pero recuerdo mucho la de un muchacho que me dijo: “ese libro me sale un montón porque yo siempre estuve caminando sobre la anaconda”. “¿Cuál anaconda?”, le dije yo. “Yo estoy acá porque caí por tráfico y una cantidad de cosas. Las personas que me capturaron duraron conviviendo conmigo mucho tiempo porque estaban infiltrados y para capturar la banda tuvieron que estar muy metidos conmigo, casi que nos hicimos amigos. Ellos eran la anaconda, yo siempre estuve caminando sobre la anaconda”. Esa cara que estoy haciendo ahorita es la misma cara que hacía en el club, como “mmm, ahora qué les digo, cómo continúa esta conversación”. Felizmente yo pienso y no solamente yo, sé que es una perspectiva desde BibloRed, que los talleres no son verticales: yo llevo el libro, tú interpretas y yo digo muy bien. Hay una construcción horizontal a partir de las interpretaciones y, afortunadamente, cuando yo no sabía qué decir, había otro que sí sabía.
En la cárcel no te conoces con el otro, no hay ejercicios de socialización ni integración con tus compañeros. El club era fructífero porque aunque tuvieran problemas con otra gente, por razones que no vamos a examinar ahora, siempre respetaron el espacio de lectura. Allá, y después de mucho tiempo, empecé a descubrir razones prácticas por las cuales la lectura sí es transformadora de procesos sociales y por las cuales la lectura sí es transformadora de procesos personales. Yo lo venía presintiendo, creyéndolo, tratando de creerlo en todo el trabajo como promotora de lectura que había hecho, allí lo comprobé.
¿Escribían?
De la literatura infantil, la escritura nació como una necesidad. A veces eran treinta personas en una esquina del patio y todas querían decir algo, pero los tiempos son limitados, no es un hospital, ni un convento, ni una escuela, es una cárcel y eso tiene una connotación. Hicimos ejercicios de escritura, unos fueron muy conmovedores, yo salía bastante conmovida por muchas cosas que pasaron, otros fueron muy, como que te fortalecen frente a las cosas. Yo era cuidadosa de no abrir temas que no pudiera cerrar, no sensibilizar demasiado frente a cosas cuando yo tenía que irme en una hora, podía salir y tomarme un café para tratar de organizar mis emociones, pero ellos iban a quedar allá. Yo creo que eso es una cosa fundamental, el respeto que se tenga por unas condiciones humanas particulares, llámese estoy enfermo, estoy preso, estoy triste.
En los ejercicios de escritura propusimos uno que me pareció muy importante: escribir una carta para ellos cuando eran pequeños. Wow, increíble lo que se dijo allí. Fue un espacio en que pudieron darse consejos. Había gente que decía, digamos tú te llamas Alexánder entonces era: “A ver, querido Alexito, la vida es más larga de lo que te imaginas, no corras tanto, no tomes decisiones que tal vez te lleven por otros lados. Mira a los ojos a tu mamá, no olvides que tu familia es la única que te va a acompañar al final”. Hasta el más hermético de los participantes entraba en un estado distinto a partir de eso.
¿Cómo haces para no dejarte afectar y empezar a generar una relación entre pares?
Al principio, y tú se lo puedes preguntar a Felipe, salíamos muy cargados, es un espacio que te carga mucho. Si quería continuar el trabajo allá y no renunciar a ese espacio particularmente, porque veía unas posibilidades formativas para mí a muchos niveles, tenía que calmar eso.
Parte de lo que hice está en leer, esto no nos lo inventamos nosotros en BibloRed. La Red, además, lleva quince años haciendo ejercicios de lectura en prisiones, o sea que hay un escenario anterior del que uno se puede agarrar. De ahí uno se coge, pero además haciendo una conversación muy seria con uno mismo, diciendo, bueno, acá no vamos a salvar el mundo, acá no somos el mesías, no somos mejores que los que están acá, no somos peores que los que están acá. Tenemos que hacer un ejercicio humano y, desde lo humano, yo veo al otro a los ojos e intento preguntarle cosas.
Es más un ejercicio al interior: qué es lo que estoy pensando, cuáles son mis prejuicios, qué cosas de verdad yo estoy pensando de la gente, y cuando llegue a unas conclusiones empezar a aliviarlo con la misma gente, con la gente que me acompaña, que, además, es supremamente generosa y dada al ejercicio bibliotecario dentro de la cárcel. Aunque al principio me cargaba mucho, logré no sobrevincularme viéndolos como personas responsables de sus actos, como somos todos, pero con más o menos suerte que muchos de nosotros.
Y esa marginalización que implica la cárcel, porque de alguna manera es una marginalización cuando estás oculto dentro de un sitio en el que nadie te puede ver, no empieza cuando te meten a la cárcel, empezó antes de ese momento, y hubo unas condiciones sociales fuertes que te llevaron allí. No es una justificación del crimen, no es un ejercicio de excusa frente a cualquier acción que se haya cometido, es una realidad. Entendiendo eso y viéndose ya a los ojos después de una condición de igualdad, al limpiar un poco de prejuicios, baja la carga emocional. Baja la cuestión y sube la intención de conversar, de proponer otros escenarios de conversación más allá de la cárcel.
¿Cómo era la Ángela promotora, la Ángela persona antes de la cárcel y cómo es esa Ángela ahora?
Esa Ángela antes de la cárcel se estaría cuestionando una cantidad de cosas. Para empezar le daría mucha vergüenza estar dando esta entrevista. Yo era mucho más tímida de lo que soy ahora, soy muy tímida aunque no parezca. Ese espacio me invitó a mirar qué es lo que tengo chévere y fortalecerlo, a mirar qué es lo que tengo mal y conversarlo conmigo. Pero, sobre todo, a valorar gente que está a mi lado y que antes de esa experiencia no tenía tan presente.
Recuerdo que en club de lectura hice la pregunta más ingenua, aunque ninguna pregunta es ingenua en ciertos contextos. Estábamos hablando sobre los deseos con un libro de Jimmy Liao que está asociado a los deseos, y yo les pregunté “¿Cuál es su deseo?, pero no me hagan trampa, estar fuera de la cárcel es el deseo obvio, digamos que ese ya lo tenemos todos, ¿cuál es el otro?” Uno de los participantes me dijo que desearía ver a su mamá, que estaba muy mayor, y tocarle las arrugas de la cara con el índice, como se las tocaba cuando estaba libre. Que ese tocar el surco de la cara de la mamá le parecía un ejercicio fantástico, pero que cuando él lo pudo hacer frecuentemente no lo hizo, y ahora que está lejos, y que ella está enferma y, tal vez, pueda ser que no se encuentren en este plano muy pronto, añora muchísimo.
Yo dije, wow, sí. Hay unas cosas sencillas, muy simples, que uno no hace porque es torpe. Entonces creo que empecé a evaluar mis torpezas en ese sentido y acercarme más a la gente que quiero, que me cae bien, y no ponerle cuidado a cosas que no vienen al caso. A veces pasan cosas, uno tiene lo fundamental, la posibilidad de irse, de que todos los días sean para reinventarse. Si yo quiero dejar el trabajo puede ser duro, pero yo lo puedo hacer, no estoy atada. Si yo quiero irme de viaje, lo puedo hacer, tengo las piernas, tengo la posibilidad, nadie me va a decir que no. Entonces eso, la valoración a cosas que no valoraba tanto.
Alguna vez dijiste que el ejercicio en la cárcel era sembrar palabras para cosechar algo, ¿qué crees que cosecharon los privados de la libertad en los clubes?
Muchas cosas, pero es complicado pensarlo en general, ¿qué pueden sacar los privados de la libertad de la Cárcel Distrital de un ejercicio de lectura? Esa pregunta me cuesta, me hace ruido en la cabeza, pero si pienso en tal x, y o z, en particular, sí puedo llegar a una respuesta que me permite configurar la respuesta general.
Una persona me dijo que cuando saliera de la cárcel quería hacer una biblioteca comunitaria. Eso me parece una cosecha porque antes de la cárcel ella nunca había entrado a una biblioteca, andaba en sus negocios, en sus cuentos, en su vida tan acelerada, la biblioteca no era un lugar que ella tuviera presente en su vida de afuera. Que después de todo este proceso me diga “vamos a estar en contacto porque quiero hacer una biblioteca comunitaria en el pueblo de donde soy, donde nací, porque no quiero los aceleres de la ciudad y quiero alejarme de lo que viví volviendo a mi pueblo a hacer una biblioteca”. Porque, tal vez, si esa biblioteca hubiera existido en ese pueblo, ella no me hubiera conocido y esta sería otra historia. Eso me parece genial, la posibilidad de crear ese nuevo referente, ese nuevo proyecto.
Hay muchas cosechas y, en términos generales de la institución, creo que ha sido chévere porque ahora la lectura tiene un lugar en la Cárcel Distrital. Y ese lugar lo entienden, o estamos en proceso de que se entienda bien por parte de muchos actores: del cuerpo del guardia, que está conformado por una cantidad de personas importantes para la dinámica carcelaria, la parte administrativa, los privados de la libertad. Creo que esas son otras cosechas, ya tenemos un lugar en la cárcel, ya se imaginan qué hace un promotor de lectura.
Esta es una de las preguntas que puede parecer ingenua, pero ¿qué diferencia a una biblioteca de la cárcel de una biblioteca pública?
Hay una manifiesto completo de lo que debe hacerse en una biblioteca carcelaria, y hay otro de lo que debe hacerse en una biblioteca pública. Y claro que hay diferencias, las diferencias vienen de la condición en las que se encuentran las personas que están privadas de la libertad. No es tanto la misionalidad, sino hacia quién va dirigida la misión de la biblioteca. Entonces sí, la biblioteca carcelaria tiene unas particularidades, mientras que la biblioteca pública tiene una idea de no censura, de libre acceso a la información, de que aunque seas un habitante de calle o el alcalde de la localidad, tienes un lugar equitativo dentro de la biblioteca pública, eso queremos, parte de nuestra misión es esa.
La biblioteca carcelaria entiende las limitaciones de la naturaleza institucional, sabe que no puede haber un acceso libre como soñaríamos todos, sabe que hay unas tensiones dentro de la cárcel, sabe que hay unos temas que podrían ser delicados dentro de la colección. Dentro de la misma norma hay unas diferencias, pero en sí, queremos o la idea es que la biblioteca en la Cárcel Distrital funcione de una forma muy parecida. Que también tenga unos servicios bibliotecarios, que proponga acciones culturales, en fin, que pueda ser un centro clave allí, un centro de recursos clave para la recuperación. Esa recuperación se llama resocialización, es un término extraño, que yo todavía no entiendo y no sé si llegue a comprender, pero sí. Digamos que no le vamos a llamar con el término políticamente correcto que sería resocialización, sino que le vamos a decir que es un parte del proceso para que tú encuentres unas cosas en tu vida que tal vez no habías encontrado y que tal vez hagan un giro en los caminos que has venido llevando. Y puede ser que la biblioteca sea clave para el encuentro de esas cosas en ese sitio particular. Puede ser que allí encuentres nuevas ideas.
Hay un chico, él decía que había descubierto en la biblioteca que no quería seguir siendo, ejerciendo el sicariato, que él quería ser un chef internacional y quería centrar su vida en la idea de la cocina. Que lo vaya a hacer, yo no sé, pero que se le ocurra la idea, que se abra un foco de esperanza para ese giro en el camino, yo creo que eso es. Ese es el sitio en el que pueden encontrar nuevas ideas que tal vez no se les habrían ocurrido.
Muchas personas no se imagina cómo es la biblioteca de la cárcel, ¿podrías describirla?
Yo hablo de la biblioteca de la Cárcel Distrital, que es la que conozco muy bien. Es chiquita, es un espacio pequeño con cerca de 8.000 ventanas porque ya hay 8.000 libros en la colección. Parte de esa colección se la debemos, o más bien, es que el plural no me lo puedo sacar cuando hablo de ese proceso. Parte de esa colección vino de acá de BibloRed, como una donación; otra parte, y esto es interesante, ha sido una donación de los autores que nos han acompañado que salen tan impactados de lo que pasa allí que dicen “no, pues esos libros que tengo en la biblioteca yo ya los leí, mejor que vengan acá y que los lean ellos”. Todas esas donaciones han venido alimentando la colección, son libros que, además, son muy sentidos, es decir, la gente los dona con un propósito. Así han hecho nuestros autores, que gentilmente nos han acompañado. Veintitrés autores entrevistados el año pasado, y todos ellos han dejado algo chévere en la biblioteca.
La descripción física es eso, un espacio pequeño con 7.000, 8.000 ventanas, cuidado por unos personajes muy particulares que son lo bibliotecarios de allá, los promotores de lectura de la cárcel, formados en este proceso, que son los jardineros fieles de ese espacio. Un sitio que ahora es blanco, antes era del mismo color de toda la cárcel. Felizmente en esa institución tomaron la decisión de darle otro toque a la biblioteca. Es un sitio donde siempre hay charla, siempre se está charlando de algo en la biblioteca, siempre se está leyendo. Claro, ha sido un reto también porque lo que veníamos haciendo era formar. Varias líneas de trabajo se tenían en la cárcel, pero una de ellas era formar promotores que pudieran ir a contar todo esto a los patios, hacerlo de otra manera, eso se debe fortalecer mucho más.
Es un sitio de acción, y poco a poco, y esto también es una cosa feliz, es un sitio que va teniendo un lugar, que va siendo reconocido dentro de la dinámica carcelaria. Eso no es fácil, porque imagínate, si a veces queda difícil que la biblioteca pública sea reconocida dentro de la dinámica de ciudad, que se reconozca un espacio de lectura autónomo, libre, donde no hay un tutor que te esté tomando a lista y te diga, muy bien, tiene 5, que son los imaginarios que muchas instituciones tienen frente a la lectura. No es solo la cárcel, muchas instituciones tienen la idea de que la lectura es si es evaluada, la lectura es si tiene un propósito académico, la lectura es “si sirve para algo”. Entonces, claro, esas ideas también estaban en la cárcel, así que ha sido un espacio, la biblioteca, en el que poco a poco todos los que participan en ese espacio institucional, que es la Cárcel Distrital, se han venido acercando, han venido husmeando un poco qué es lo que pasa ahí. Es el espacio que ha garantizado que otra idea de lectura y escritura se teja en esa institución,
¿Qué se hacía en la cárcel?¿Cuáles eran las líneas de trabajo?
El programa de Lecturas sin barreras era eso principalmente, es decir, la posibilidad de que yo entrara a los patios y trabajara con un grupo dentro de la biblioteca, talleres de promoción de lectura. En compañía de la Secretaría de Seguridad y Convivencia, de Alejandro Peláez y María Solano empezamos a ver el programa y decir esto está interesante, pongámosle más gente aquí, traigamos gente, autores que puedan venir. Y eso empezó a pasar, es decir, empieza con Lectura sin barreras y se abre a las otras líneas de trabajo. El primer autor en ir fue Ricardo Sumalavia, en el 2017, cómo ha pasado el tiempo. En la Feria del Libro del 2017 Idartes nos ayudó a hacer el contacto y Ricardo, que es peruano, fue nuestro primer autor y quedó muy animado porque los chicos habían leído todo lo que se podía leer sobre él, entonces fue una gran experiencia.
A partir de ahí, los compañeros de Secretaría de Seguridad empezaron a llevar otros autores y ahí surge el Encuentro con el autor como un programa constante. Hacíamos dos al mes, eso es un montón, acá en BibloRed los hacemos con mucho más espacio. La idea es que los chicos se formaran no para ser público porque qué chiste yo entrevistando a todos los autores. No, a mí no me parecía que era lo que se debía hacer, de ahí surgió la idea de formar un grupo de promotores que pudieran entrevistar a los autores del Encuentro con el autor, pero que también pudieran replicar los ejercicios en sus patios, que esa es otra línea.
Entonces ya vamos tres: Lectura sin barreras, la formación de promotores de ahí mismo para que entrevisten a los autores y repliquen los ejercicios en los patios y el Encuentro con el autor. Eso era un éxito, después de una formación inicial, un trabajo de lectura y de comunicación verbal y no verbal que hacemos en la formación de promotores, se volvieron unos súper entrevistadores. Cada tres meses rotan los grupos de formación de promotores, pero los que tienen la oportunidad de entrevistar, lo hacen estupendamente, o por lo menos eso nos han dicho todos nuestros autores acompañantes. Piedad Bonnett quedó muy emocionada, Alberto Salcedo Ramos también, porque pasaron muchas cosas con él. Todos han sido entrevistados por los chicos y eso les da otro lugar social, otra manera de verse.
Finalmente el Círculo de la palabra es algo que nos inventamos, fue un piloto que tenemos que fortalecer o sería muy interesante fortalecer porque no es un autor el que habla sino es uno de ellos quien habla para sus compañeros. Estamos con gente que tiene una formación diversa, una cantidad de experiencias vitales, si uno desenfoca un poco la idea del crimen que ya sabemos que es el porqué, o suponemos que es el porqué están allí, entonces ya se abre un panorama. Ahí, en el Círculo de la palabra, sale esa otra persona que eres tú. Entonces cuentan qué saben, qué han leído, qué recomiendan, en fin. Es más bien un encuentro con el lector, pasan muchas cosas. A grandes rasgos esas son las líneas. Y ahí vamos, en esas líneas de trabajo. Por supuesto la otra es de la que se encargan nuestros compañeros bibliotecólogos, Magda ahora que es nuestra coordinadora de la Biblioteca Pública de la Victoria y Felipe Bedoya, anterior coordinador, siempre han estado pendientes de la parte bibliotecológica, de generar unos procesos organizados y coherentes para que los libros estén donde deben estar, de allí deriva todo lo demás.
Uno de los privados de la libertad dijo que las biblioteca de la cárcel es una embajada de la paz, ¿qué opinas de esa afirmación?
Eso fue muy impactante porque además él lo había dicho en el marco de algo anterior, de una conversación que estábamos teniendo en la formación de promotores. Yo hice esa misma pregunta, que para qué una biblioteca acá, que por qué no ponemos un taller donde aprendamos a hacer vestidos y cosas cuando estemos en libertad. Todos me dieron unas respuestas muy chéveres, pero una de esas fue “pues fácil, pues porque la biblioteca carcelaria es una embajada de la paz, de la libertad, es una embajada de la libertad”. Y es cierto, yo opino que es absolutamente cierto porque es un enclave allí, en un sitio que por sus mismas prácticas, por su mismo origen, la naturaleza de un sistema penitenciario, es restrictivo, altísimamente restrictivo.
Que tú, dentro de ese sistema, encuentres la oportunidad de hacer lecturas que puedes hacer de muchas maneras: lecturas de evasión, para olvidar que estoy acá o lecturas para hacer pasar el tiempo más rápido, el tiempo es un tema en la cárcel. O puede ser que tú sí tengas un propósito de aprendizaje a través de esa lectura, que tú te sientas más acompañado y la soledad se vaya un poco cuando estás leyendo. Todos esos propósitos de lectura convergen en ese espacio que es la biblioteca y todos esos propósitos son autónomos y libres, es decir, que tú frente a un libro eres libre, y ese código de palabras es..., en fin.
Tú eres libre frente a un libro, tú decides si pasas las hojas, si lees o no lees, y además decides qué vas a hacer con eso que leíste. En la biblioteca de la Cárcel Distrital se puede hablar de muchas cosas también, y estamos en un fuerte proceso para que eso siga siendo así, y es difícil tratar cualquier tema. No se puede tratar cualquier tema, o mejor, los temas no se pueden tratar de cualquier manera. Estamos en ese proceso de hacer que la palabra también sea libre en la cárcel, dentro de la biblioteca de la cárcel y que puedan entenderse versiones de la realidad muy distintas que vienen a converger ahí.