La periodista argentina es autora de crónicas, perfiles, reportajes y libros de no ficción que son considerados referentes para el periodismo latinoamericano. Y justo sobre el oficio estará conversando en la Virgilio Barco durante el Festival Gabo
Por Sergio Alzate
Leila Guerriero es, probablemente, uno de los nombres más conocidos del periodismo hispanoamericano. Casi cualquier periodista de la región que haya pasado en la última década por una escuela de periodismo ha escuchado su nombre, leído sus crónicas o devorado sus libros con la misma devoción con la que un cristiano busca el paraíso en la Biblia. Su escritura se ha convertido en modelo de emulación; su mirada, en un punto de partida para periodistas noveles; su atención al detalle, en un estándar para quien quiere dedicarse a escribir crónicas, reportajes o perfiles.
Si bien es editora, conferencista, tallerista, lo principal en su vida es escribir, como ella misma lo afirma sin el más mínimo amago de duda o vacilación: “si tuviera que dejar todo lo demás, si solo pudiera dedicarme a una sola cosa, eligiría la escritura siempre”. Y con ese brío, con esa convicción, con esa vocación de quien no respira a través de los pulmones, sino a través de los dedos que teclean y que con un lapicero toman nota de lo que sucede alrededor, Leila Guerriero ha escrito decenas y decenas de textos entre crónicas, libros, reportajes, perfiles y columnas de opinión (breves cuadros impresionistas, delicados relatos que encierra en sí la ternura de un incendio).
De esta forma, con el oficio de quien se entrega a la escritura como si tuviera que derribar a Goliat, ella ha escrito crónicas como ‘El rastro de los huesos’, sobre quienes analizan los restos de los desaparecidos y asesinados por la dictadura; perfiles como ‘Buscando a Nicanor Parra’, sobre el mítico antipoeta chileno que murió siendo centenario; libros como ‘Los suicidas del fin del mundo’, sobre un pueblo patagónico en el que la muerte por mano propia se convirtió macabra cotidianidad. Piezas de no ficción en las que Guerriero ha demostrado que el periodismo, salvo el detalle de la veracidad, también es literatura y debe escribirse como tal.
Y sobre periodismo estará conversando Leila Guerriero en la Biblioteca Pública Virgilio Barco, en el marco del Festival Gabo. De este modo, el sábado 1 de julio estará con Héctor Feliciano y Santiago Wills, en un encuentro llamado ‘Larga vida a la crónica’. La cita es a las 4:00 p.m., en el auditorio de este espacio de lectura.
Para conocerla un poco más, entrevistamos a Guerriero con el fin de conocer su opinión sobre el periodismo, las empresas periodísticas, los géneros del oficio y el oficio mismo de escribir.
¿Por qué es importante para el periodismo un evento como el Festival Gabo?
Bueno, no hay que olvidar que este es el premio de periodismo más importante de toda la región y probablemente uno de los más importantes, sino el más, de habla hispana. Esta es otra manera de organizarse alrededor del oficio y de enviar un mensaje sobre lo que importa a través de distintos formatos, miradas, maneras de hacer las cosas.
Esta es una conversación siempre abierta, que se va actualizando año a año. Si alguien ve la programación de ediciones anteriores, se dará cuenta de que los temas no son iguales. Que las charlas y talleres tienen algo de novedad que conversa con lo que sucede en la región.
Además, es un momento de ebullición y de conversación en el que nos encontramos en los pasillos, en los auditorios, en el lobby del hotel, en los desayunos para hablar del periodismo, para planear nuevas iniciativas, para sumarnos a proyectos. Este festival es una inyección de vida a las venas para los periodistas.
¿Y por qué debería ser importante para el público en general el periodismo? ¿Por qué apostar por el oficio cuando pareciera que no se confía en los medios de comunicación?
Yo creo firmemente en que para desconfiar de algo o estar en su contra primero hay que conocerlo. Yo confío en la inteligencia de los lectores, de los consumidores de medios. Y eso significa que creo que tienen el criterio suficiente para que sus críticas vengan de un lugar de conocimiento.
Si yo estuviera en su lugar, iría a ver a esas personas que nos “manipulan”. Ahora, no creo que todos los medios sean malos, ni que nos manipulen, ni que todos los periodistas sean malos. Esto es una visión reduccionista.
Así que conocer el periodismo es, quizá, dejarse deslumbrar por algo que no se tenía en mente. Puede que sea abrirse a una nueva experiencia, a una gran posibilidad de conocer algo nuevo.
Desde hace más de una década se dice que el periodismo está en crisis, que es un oficio en crisis, que cada nuevo cambio es una crisis… ¿qué opina de esto que ya tiene un poco de lugar común?
Es cierto que existe este lugar común de que el periodismo está en crisis, pero decir esto es como decir que la literatura o el cine están en crisis. Es el negocio periodístico el que lo está, no el periodismo, porque así como siempre habrá alguien dispuesto a escribir una novela o dirigir una película, sin importar nada, siempre habrá alguien que escribirá periodismo porque quiere contar una historia.
Pero, sí es cierto que ha habido otro tipo de crisis en el periodismo, porque esta idea no es algo nueva. La censura es una crisis, por ejemplo; así como también lo son los gobiernos autoritarios o las dictaduras que hubo en el Cono Sur. Casos en los que los periodistas se han jugado la vida.
¿Los géneros periodísticos más narrativos y reposados, como la crónica, el reportaje y el perfil, son maneras de resistir al periodismo como negocio?
No creo que nadie escriba una crónica como una manera de resistencia, pero sí creo que es una manera de rebeldía colateral. A diferencia del contexto estadounidense, en el que te pagan un adelanto, te envían a un sitio, te hospedan en un hotel para escribir una crónica, en Latinoamérica nos ha tocado hacer todo un poco con las uñas.
Acá hacemos lo que hacemos a pesar de que nos digan que no se puede, que no hay dinero. Lo cual obliga un poco a autofinanciar las empresas periodísticas a través de trabajos de edición o talleres o encuentros. Una economía apache que no debería ser así, pero que sucede.
Así que escribir una crónica por sí mismo no es una acto de resistencia, pero escribirla a pesar de todo el contexto económico en contra sí es una forma de resistir.
Tu charla en la Biblioteca Pública Virgilio Barco se llama ‘Larga vida a la crónica’. ¿Qué tiene de especial la crónica? ¿Por qué debemos celebrarla?
Es una forma de entender estos tiempos complejos que me tocaron vivir. Seguramente en el siglo XIX la gente creía lo mismo, que vivían tiempos convulsos, pero este presente fue el que me tocó a mí y la crónica es una manera más lenta de mirar. Es, además, una forma de ir en contra del lugar común de lo establecido.
La crónica evita que muchas historias queden invisibles, que las voces que no son inmediatas no se escuchen. Porque hoy en día hay voces que tienen fecha de vencimiento, pero la crónica evita esta caducidad.
Claro, hablo de las buenas crónicas y es importante matizarlo. Esas en las que ni los verdugos son completamente villanos ni las víctimas simplemente víctimas. En las que la vida es algo complejo. Me refiero a los textos en los que conservamos la memoria de las personas más viejas, para poder mirar hacia atrás y entender qué pasó (algún día no habrá ni un solo sobreviviente del Holocausto, porque ninguno vivirá doscientos años, pero habrá una memoria de lo que sucedió).
No dejar registro no es lo mismo que no dejarlo. Así no sean crónicas, no es lo mismo que exista el Informe de la Comisión de la Verdad a que no exista. Y ese “no es lo mismo” es lo que hace tan valiosa a la crónica.
Sin que esta pregunta apele al esencialismo geográfico, ¿qué caracteriza al periodismo latinoamericano? ¿Hay algo que nos diferencie de lo que se hace en otras regiones del mundo?
Como lo mencioné anteriormente, si algo nos une es la precariedad. El tener que autogestionar los recursos para una historia, para un libro, para un relato. Esto, a pesar de todo, habla bien de lo que hacemos, porque lo hacemos a pesar de todo.
Pero, curiosamente solo puedo pensar en cosas malas. O no sé si son malas, pero que quizá no sean tan buenas. Y puede ser que nos una cierta vocación por las historias trágicas, por el conflicto, por la violencia. No quiero decir que estos temas no merezcan ser tratados y escritos, porque por supuesto que sí. Me refiero a que se hacen muchas crónicas sobre la violencia en Latinoamérica, en comparación a crónicas sobre ciencia, arte, tecnología, medio ambiente. Y los premios o becas suelen premiar más a estas crónicas del conflicto.
También pienso en Ñamérica de Martín Caparrós: un libro en el que dice que nos ven como el continente violento, pero la verdad es que desde hace décadas no ha habido una guerra en territorio latinoamericano (lo cual no puede decirse, por ejemplo de Europa). Entonces, no puedo dejar de preguntarme si parte de la idea de que somos un continente violento e inseguro tiene que ver por la realidad misma o porque los cronistas hemos alimentado esa imagen.
Tampoco quiero decir con esto que deberíamos ir al otro extremo, el de las historias inspiradoras que sirven para esconder abandonos estatales e injusticias sociales. Aborrezco esas historias de “El valiente niño de ocho años que tiene que caminar seis horas entre barro, agua y nieve para llegar a su escuela”. Qué hay de inspirador en esa historia. Esto es una abominación, porque ese niño no tendría que ser “valiente”, porque tendría que tener una escuela más cercana que no significara para él arriesgar la vida. Pienso que estas historias de superación son formas de expiar las culpas.
Para terminar, ¿alguna iniciativa periodística, proyecto o medio de comunicación que haya llamado tu atención y que quisieras que la gente conociera?
En estos momentos no se me ocurre ninguno, pero siempre les digo a las personas que consulten la lista de nominados de cada año al Premio Gabo, en sus diferentes categorías. Que miren en qué medios se publicaron los textos, los audios, los videos. Esa es una excelente manera de hallar periodismo de calidad.
Si bien ya son bastantes conocidos, no puedo dejar de recomendar a Radio Ambulante. Este año son finalistas en la categoría de audio por un episodio titulado ‘Superman en Chile’. Tremendo ese relato. Sobre todo ahora cuando la sociedad chilena parece olvidar su pasado.
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